Iniciemos una suerte de viaje sensorial. Al terminar de leer este primer párrafo, les voy a pedir que cierren sus ojos. No les voy a decir que se imaginen en una playa, un bosque o un sitio natural al que solemos recluirnos en nuestras fantasías de relajación. Quiero que piensen en una ciudad y que presten atención a las imágenes, sensaciones y sonidos que comenzarán a amontonarse en sus cabezas…
¿Que apareció? Muy probablemente, autos y medios de transporte; ruidos de todo tipo y mucho cemento por doquier. Entonces, después de esa experiencia, si les planteo
que en esta nota vamos a explorar la posibilidad de que las ciudades sean más sustentables, ¿me creen?
Para muchos, el solo concepto de una ciudad sustentable es un oxímoron en sí mismo. Según Naciones Unidas, desde 2007,
más de la mitad de la población mundial ha estado viviendo en ciudades. O sea, más de la mitad del mundo probablemente piense que hay una gran paradoja detrás del concepto de una ciudad sustentable.
De este gran porcentaje de la población mundial que vive en las grandes urbes, se desprende una desigualdad que va in crescendo. Aproximadamente, el 30% de esas personas viviendo en ciudades lo hace en malas condiciones y sin los servicios básicos necesarios. Y si tomamos a América Latina,
una región con unos 200.000 millones de personas pobres según Cepal, difícilmente podemos hablar de parámetros de sustentabilidad. Además, seguimos mayormente dependiendo del combustible fósil para generar la energía que consumimos, la movilidad del transporte, el funcionamiento de las industrias, lo que se traduce en que las ciudades generan cerca del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero y consumen más del 75% de la energía mundial.
El abastecimiento y tratamiento del agua urbana se complica frente a la escasez y la falta de infraestructuras, y los residuos urbanos domésticos se duplicarán para 2050, según
datos del Banco Mundial. Pero antes de sumergirnos en los complejos aspectos que hacen a una ciudad más sustentable, comencemos por definir lo que para muchos es una mera utopía. El Ingeniero Pablo Denis, especialista en Smart Cities & Protección del Medioambiente, la define como una “unidad urbana que respeta los principios del desarrollo sostenible y del urbanismo ecológico, que trata de tener en cuenta simultáneamente los retos sociales, económicos, medioambientales y culturales de la planificación urbana para y con los habitantes”.
Por otro lado, Tomás de Lara, Cofundador y colíder de Ciudades+B / Cities CAN B, miembro del directorio de Sistema B Brasil, define a una ciudad sustentable como un
organismo vivo. “Se integra con los flujos de energía de la naturaleza, con el medio ambiente y el ecosistema, el bioma y la bioregión en la que está localizada”, explica.
Protagonistas del cambio
El ODS 11 declara “Ciudades y comunidades sostenibles”, es decir, lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles.
¿Cómo estamos en la meta? Pues, no muy bien. Según los últimos “Sustainable Development Reports”, el objetivo suele encontrarse en naranja o rojo (calificación tipo semáforo) en casi todos los países del mundo. Pero eso no necesariamente significa que no se estén implementando medidas. Ahora bien, no hay ciudad sin sus habitantes. Entonces, ¿qué papel juegan los principales protagonistas: los ciudadanos? “La participación activa es fundamental”, considera Marisa Cirillo, Directora Ejecutiva de CEMPRE. Y ancla esa afirmación en el reciente escenario pandémico, que trajo una “nueva vieja forma” de hacer las cosas. Se vio una marcada necesidad de preservar y mejorar el ámbito público, priorizar los espacios para peatones y mejorar la seguridad y sostenibilidad de espacios públicos. “Necesitamos anclar el aprendizaje en la memoria
colectiva de nuestras comunidades como un recordatorio de que somos quienes moldeamos y diseñamos el lugar donde queremos
vivir y donde van a vivir las futuras generaciones. Un impulso para tomar las decisiones necesarias que nos lleven a contar con ciudades resilientes, conectadas, sostenibles e inclusivas”, señala. Cirillo también destaca la rápida aplicación de conductas más sustentables que hicimos todos, casi sin pensarlo, durante ese tiempo. “Muchos optaron por ayudar al comercio barrial o caminar hasta la feria más cercana.
Disminuimos nuestra movilidad y nos demostramos que la economía colaborativa no es tema solo de grandes corporaciones ni de los gurúes de la sustentabilidad”, agrega.
La participación cívica en el desarrollo urbano también es un factor clave para de Lara. Ejemplifica con el caso Asunción + B y su iniciativa “Escala Barrio”: “Se trató de una invitación a la ciudadanía a repensar la ciudad desde sus barrios, a través del diseño e implementación colaborativa de intervenciones urbanas. Es decir soluciones pensadas
desde la ciudadanía”. Y, por supuesto, aquellas basadas en la naturaleza para enfrentar desafíos ambientales de las ciudades. “Techos verdes para disminuir el calor, traer humedad y eliminar la sequía. O los jardines de lluvia para evitar las inundaciones”, agrega.
¿Cómo pasar, entonces, a que las ciudades sustentables dejen de considerarse “ciudades del futuro” para convertirse en un presente? El Presidente de la Cámara de Comercio e Industria Uruguayo-Alemana, Willie Tucci, analiza las necesidades: “La más elemental de todas es la necesidad de una adecuada planificación urbana que determinará la viabilidad de las soluciones que en un futuro se pretendan implementar. Por ejemplo, la solución del compostaje es ideal para un adecuado uso de los residuos ciudadanos, pero para ello, los ciudadanos todos debemos incorporar esta necesidad, exigir a gobernantes, empresas, instituciones, pero
por sobre todo crear conciencia en casa, porque primero que hay incorporar estos temas en la vida cotidiana y doméstica para
luego poder llevarlos a las empresas, escuelas y demás instituciones”.