A esta altura ya es una historia repetida. Se va el sol, avanza la noche y en mitad de la madrugada las dos perras de María se arrojan con furia contra la puerta de chapa. Entonces ella, el marido y su niña de 11 años se levantan de la cama con el corazón en la boca y empiezan a los gritos. Llaman a la Policía. El escándalo despierta a Alexandra y a su mamá Rosa, que intuyen qué está sucediendo y corren hasta el frente del terreno compartido por tres familias para ahuyentar al ladrón de cables. En el trayecto se les unen los vecinos del fondo, Jésica, su marido y el bebé. Medio dormidos exclaman que no puede ser que de nuevo les esté pasando lo mismo: es la tercera vez que los dejan sin electricidad desde setiembre. Cuando todos llegan a la vereda la oscuridad es absoluta. Se encuentran con Marta, otra vecina de Piedras Blancas a quien en los dos últimos meses le robaron seis veces la casa y cuatro los cables de la luz.