Jon Bonfliglio. Foto: Leonardo Carreño
La isla de Clipperton, algo así como la boca de un volcán rodeada de filosos arrecifes, en el Pacífico a 1.500 kilómetros de Acapulco, tiene todo para ser el paraíso en la Tierra. Es una reserva natural de especies de fauna y flora en un ecosistema que no ha conocido residente humano en un siglo.
Y se terminó convirtiendo en un tacho de basura.
Las costas de Clipperton, como lo comprobó el escritor y expedicionario gibraltareño Jon Bonfiglio cuando llegó allí en 2011, están tapadas de plástico: sillas de las blancas, bidones de esos azules grandes, botellas, y pedazos de origen más difícil de rastrear. Está todo ahí y aquella fauna privilegiada hoy convive como puede con ese nuevo invitado llegado desde la civilización. Y si hay algo seguro en todo esto es que los animales siempre pierden contra el plástico. Y eso nos incluye.
«Que en un lugar tan aislado donde no vivió nadie en 100 años haya toda esa basura, nos da más el reflejo de lo que somos que un lugar cercano», dice Bonfiglio, creador del Proyecto Clipperton, un grupo de activismo y educación ambiental que promueve la concientización de la emergencia ecológica a través de la «exploración, los viajes, el arte y el descubrimiento»; como en los viejos tiempos.
Bonfiglio está radicado en Las Toscas, acá en la Costa de Oro, pero el alcance de su organización es mundial. Actualmente el Proyecto Clipperton, que fundó en 2010, tiene tres laboratorios flotantes. Hay dos en los canales de Escocia (de donde parecen provenir la mayor parte de los fondos que financian sus misiones) y uno en un astillero en Canarias desde donde partirá hacia Uruguay en dos semanas, para estar llegando en diciembre en su camino a las Georgias del Sur (ver recuadro).
Su misión es generar conciencia a través de la conjunción de ciencia, cultura, arte y pedagogía. Intervienen en los problemas concretos de la localidad e intentan provocar a los lugareños sobre un problema que bien puede ser universal pero que siempre empieza siendo local.
El plástico que descansa y destruye Clipperton es sólo una pequeñísima parte del que se genera en el mundo y termina flotando por los océanos del mundo. Es esa clase de basura que, por ejemplo, también se ve en las costas uruguayas después de una tormenta. Son los detritos del mundo moderno.
Lo que no se recicla
No está claro cuánto plástico está flotando en los océanos pero es mucho. Y lo que se ve es sólo lo que está en la superficie (el 10% más o menos) ya que el resto está en el fondo o son micropartículas. Aunque hay quienes han hablado de que la existencia de islas (o parches) plásticos flotando a la deriva con «el tamaño de Texas», que es como cuatro veces el tamaño de Uruguay, pero debates recientes han concluido que quizás no sean tan monstruosos. Igual son grandes y feos.
Aunque su área no ha aumentado considerablemente desde la década de 1980 (ese también es un tema debatido), de acuerdo a un informe de las Naciones Unidas de 2010, «la acumulación y los posibles impactos de las micropartículas de plástico en el océano han sido reconocidos como los temas ambientales emergentes».
El propio informe, titulado «Desechos plásticos en el océano», reconoce que es «difícil» cuantificar la cantidad y el origen de la basura plástica que está en los océanos. Estudios serios hablan de 100 millones de toneladas flotando por ahí a merced de las corrientes marinas.
De acuerdo a cifras que maneja la ONU, el uso de materiales plásticos era de aproximadamente 100 kilogramos anuales por persona en América del Norte y Europa en 2005 pero se espera que llegue a los 140 kilogramos en 2015. En China, el uso de plástico se va a duplicar llegando a 40 kilos.
Y aunque en algunos países europeos se recicla hasta el 80%, en el resto de Europa apenas se llega al 25%, según cifras de la Unión Europea. El resto se convierte en basura y mucho va a las aguas oceánicas.
«El problema del plástico fue creado por las actuales generaciones», dice Bonfiglio. «Nuestros padres fueron los primeros en utilizarlo». Es un problema totalmente nuevo y una batalla de las difíciles.
La basura que llega a los océanos en general tiene un origen doméstico aunque hay mucho desperdicio industrial y de los barcos. Se concentra en un número limitado de zonas de convergencia o «giros» a donde las llevan las corrientes marinas de todo el mundo. Allí se quedará durante años; el primer giro se descubrió en 1997 y hay algunos que no tendrán el tamaño de Texas pero sí cientos de kilómetros cuadrados, o sea pueden llegar a ser tan grandes como Montevideo. Eso es mucho plástico.
En algunos de esos lugares, de acuerdo a un artículo de The Economist, en 2009 se acumulaban más de un millón de piezas de plástico por kilómetro cuadrado, lo que representaba 112 veces más que la presencia del indispensable plancton.
El número de partículas de las más pequeñas aumentó 100 veces, partiendo de cero, concluyó un estudio publicado por la revista arbitrada Biology Letters en 2012. El estudio que se basa en los efectos de un tipo de insecto afectado por el plástico, destaca que ese material forastero aparece en varios animales aunque aun no se sabe en qué manera afecta, por ejemplo, en el pescado que consumimos los humanos.
Por cosas como esta es que los geólogos llaman a este tiempo el Antropoceno: una época en que el hombre incide directamente en el funcionamiento del planeta. El nuevo ecosistema marino generado por la irrupción del plástico es una de las tantas evidencias de esta aciaga era.
El nuevo hábitat
En Clipperton, las aves usan el plástico como nido en una adaptación que hasta podría parecer simpática sino fuera tan estremecedora.
«Pero también hay muchos animales enredados en redes, muertos con los estómagos llenos de plástico», dice Bonfiglio en el acogedor museo del Colegio Pío, donde ha hecho algunas actividades. «Se transformó en una verdadera plaga».
Ewan Edwards, un biólogo marino que integra el Proyecto Clipperton, y que estudia una especie en particular de pájaro, cuenta Bonfiglio, hace 20 años que no encuentra un ejemplar sin plástico en su aparato digestivo. En la isla abundan los animales muertos asfixiadas por bolsas y las plantas acomodan los tallos para sortear los residuos.
«Cuando fui a Clipperton sabía que lo de la basura iba a ser todo un tema pero no pensé que tanto», dice Bonfiglio.
Uno de los eslóganes de su organización es «En el futuro no hay plástico». Sabe que es difícil ganar pero tiene claro que siempre hay que empezar por algún lado. Esa es una de las ideas base de su proyecto.
Toda la expedición a Clipperton fue filmada, y a juzgar por un programa piloto de 20 minutos, con una calidad interesante. Terminará siendo exhibido -sólo quedaría «ajustar detalles», dice- por una cadena internacional.
«Queremos promover la idea que todos podemos ser exploradores, ya que los beneficios sociales de esta actividad son tremendos», dice Bonfiglio que no es científico sino escritor.
Es que la idea detrás del proyecto Clipperton está en esa conjunción de arte, ciencia y cultura, todos aportando lo suyo. En el museo del Colegio Pío, un tiburón hecho con latas de atún, obra de Alan Pfeiffer, en el que participaron los alumnos, es una buena prueba de como despertar conciencia a través de una obra de arte.
Y otro asunto que defiende Bonfiglio es que no hay que ir tan lejos para descubrir los problemas que los humanos estamos generando en el ambiente. «Se puede ser explorador en el barrio», cuenta. Él fue un poco más lejos.
100
millones de toneladas de basura está flotando en los océanos, según algunas estimaciones.
140
kilos de plástico se utilizarán, por año y por persona, en Estados Unidos y Europa en 2015.
112
veces más de plástico que de plancton, habría en algunos giros oceánicos de basura.
DICIEMBRE EN URUGUAY
Una visita flotante
Jon Bonfiglio y su familia se instalaron en Uruguay hace más o menos un año. Vive en Las Toscas. «Llegué a Uruguay porque quería empezar a trabajar en el Cono Sur y nos pareció más viable trabajar en Uruguay y hacer cosas desde acá».
Así ya está instalando Proyecto Clipperton Uruguay, una asociación sin fines de lucro que está trabajando con varias escuelas y con la Armada Nacional.
Su actividad más llamativa será en diciembre, cuando llegue uno de sus laboratorios flotantes al puerto del Buceo. También estará en el verano en los puertos de Punta del Este, en Piriápolis, en Colonia y Fray Bentos.
«Con el laboratorio flotante haremos un recorrido e investigaciones por todo el litoral uruguayo en 2014, colaborando con la Armada en estos temas», dice Bonfiglio. «Y además, en estos viajes, tanto profesionales uruguayos como extranjeros serán los pobladores del barco, involucrados en varios estudios durante esa etapa». También habrá actividades en tierra con exposiciones y programas educativos.
«En los laboratorios flotantes, llevamos ciencia y arte, hacemos talleres, presentaciones, pasamos películas, siempre como un punto de inicio para la gente y dejamos semillitas para que sigan creciendo», dice el expedicionario y escritor a quien le llamó la atención la cantidad de basura plástica que hay en las calles de Montevideo.