Entre los vecinos de la Capital y del conurbano se generan 15.000 toneladas de residuos por día, que se entierran en la Ceamse; los nuevos gobiernos aún no definieron un programa a mediano plazo
Cynthia Mayol vive en San Telmo. Frente a su casa hay un contenedor negro en donde deposita su basura. El recipiente verde más cercano, en donde se dispone el material reciclable, está a cinco cuadras. A seis kilómetros de distancia, en Belgrano, Walter Sauer, encargado de un edificio, separa la basura que generan allí y la guarda en la cochera hasta que pasa un cartonero y se la lleva. Y en La Matanza, Celia Frutos pelea hace años para que cierren definitivamente el relleno sanitario de González Catán. No quiere tener más vertederos que rodeen su morada.
Así, con realidades diferentes, 17 millones de personas esperan por una política integral para los residuos en el área metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Es que entre los vecinos de la Capital y de 27 partidos del conurbano se generan 15.000 toneladas de residuos por día que deben tener un destino final en algún sitio. Y por el momento, sobrevive el modelo de la Coordinación Ecológica Metropolitana Sociedad del Estado (Ceamse), que posee rellenos donde se depositan los desechos de todos estos distritos.
El organismo es una empresa estatal que se encarga del transporte y el enterramiento de la basura. Hoy cuenta con tres complejos ambientales activos: Norte III, Ensenada (que recibe los residuos de La Plata y gran La Plata) y González Catán (que sólo recibe desechos de La Matanza). Ninguno de estos vertederos tiene una vida útil que supere los cinco años. El problema: no se conoce todavía un plan del Estado a mediano ni largo plazo.
Quieren replicar el modelo porteño
La gestión de residuos debe analizarse en dos aspectos: la higiene urbana, que incluye la recolección -a cargo de cada municipio-, y la disposición final, que es el lugar donde se envían: los rellenos de la Ceamse.
La Capital es el distrito que más basura genera (6000 tn diarias) y no tiene espacio para poder enterrar. A esta complejidad suma la incorporación de las cooperativas de cartoneros, actores activos que son los que se deben encargar de los reciclables, aproximadamente el 40% de los residuos.
Si bien una ley (conocida como basura cero) establece como obligación la discriminación de los desechos, la gestión gubernamental no ha tenido éxito en su puesta en marcha. Y resulta necesaria. En la Capital hay algunos lugares más ordenados que otros. «No me resulta cómodo cargar con la basura tanta distancia. Trato de juntar botellas y sacarlas aparte, pero no me queda otra que dejarlas colgadas junto al contenedor común, a la espera de que alguien se las lleve», dice Mayol, que vive cerca del casco histórico.
En Belgrano, por ejemplo, los vecinos consultados creen que la situación ha mejorado. «El contenedor ordenó mucho. Separo los reciclables y los guardo hasta que pasa algún cartonero», dijo Sauer, uno de los encargados que forman parte de la campaña de difusión que comenzó el gobierno porteño hace un año y medio.
Walter Sauer, encargado de un edificio porteño donde separan los residuos.Foto:Ricardo Pristupluk
En la administración reconocen que todavía falta mejorar la higiene urbana. Y señalan como un tema a resolver la relación entre el Estado, las cooperativas de cartoneros y los vecinos. «Los cartoneros tienen que entender que deben recolectar todo, no sólo lo que les sirve. Y los vecinos que separan le hacen un bien al planeta», indicó Edgardo Cenzon, ministro saliente de Ambiente y Espacio Público de la ciudad.
En la Capital, las cooperativas deberían pasar por los barrios y juntar el material reciclable de mano de los encargados o vaciar los contenedores verdes. Sin embargo, no siempre sucede. Alicia Montoya, encargada de la cooperativa El Álamo, que trabaja en Villa Pueyrredón, sostiene que «nosotros tenemos 33 cartoneros para cubrir a 210.000 vecinos y no nos quieren aprobar más presupuesto. Es imposible prestar un buen servicio».
El gobierno local cubre una parte del salario de los recuperadores y el equipamiento, que ellos consideran insuficiente. De los residuos orgánicos, que se depositan en contenedores negros o grises, se ocupan cinco empresas privadas. En 2016 por ese servicio se les pagará $ 8000 millones.
Al final del proceso de la gestión de residuos hay otro grupo de vecinos: los que viven cerca de un relleno sanitario. «Nosotros queremos que se cierre de una vez. Un fallo de la Justicia ordenó que sólo llegara la basura de González Catán, pero la otra causa por contaminación está desactivada y ni siquiera nos lo comunicaron. Tenemos la amenaza constante porque acá también quieren instalar el Centro Ambiental de Recomposición de Residuos Energéticos», contó Frutos.
El centro del que habla la vecina está inconcluso. Era un proyecto del Ministerio de Planificación Federal que iba a incluir la «termovalorización» de la basura. Cuando estuviera listo se cerraba el de González Catán. Pero nunca avanzó.
La posible solución
Obligaciones del Estado
El diseño de una política integral de residuos que incluya a los municipios. Debe contar con objetivos a mediano y a largo plazo. Pero aún no hay un plan para el área metropolitana
El conflicto
Residuos y su destino
Por día, en la Capital y en el conurbano bonaerense se generan 15.000 toneladas de basura. El destino final son tres rellenos sanitarios que tienen una vida útil de cinco años