Es un mercado que tiene mucha informalidad», dice el director general de Rentas, Pablo Ferreri. Se refiere al negocio de reciclaje de basura que, según cálculos oficiales factura más de 150 millones de dólares anuales.
Al gobierno le preocupa que la mayoría de los clasificadores no están agrupados en cooperativas y siguen prefiriendo el trabajo familiar o individual. Y también que hay varios pasos antes de que lo que sacan de los contenedores llegue a la industria del reciclaje.
«Es un mercado que mueve mucho dinero», dice Ferreri. «Pero hay una asimetría entre la base y la punta, que es la que concentra la rentabilidad». La Dirección General Impositiva (DGI), a través de datos que les brindó la Intendencia de Montevideo, realizó una aproximación de lo que genera el mercado del reciclaje. Calculó que estas empresas recicladoras compran material (papel desechado, cartón, botellas de vidrio usadas, etc) por 40 millones de dólares anuales.
El papel, cartón o vidrio que sale del carrito del clasificador pasa por lo menos por dos pasos intermedios antes de llegar a la empresa que de hecho lo transforma en algo nuevo. Primero marcha a un depósito barrial, generalmente informal, que se encarga de juntar la suficiente cantidad de material como para que el negocio sea redituable. Y después va a otro depósito, más grande. Recién ahí se formaliza la cadena y el material entra a la industria del reciclado, ahora con papeles.
«Cada uno le va agregando un valor económico a esto», dice María José González, secretaria ejecutiva de la organización Compromiso Empresarial para el Reciclaje (Cempre). «El trabajo más duro está en la clasificación y recolección media, pero el depósito intermedio agrega valor al clasificarlo aún mejor». La industria del papel, por ejemplo, compra el material de acuerdo a cinco criterios diferentes (otros tantos para el papel de color). Criterios que los clasificadores usualmente no conocen, o no pueden aplicar.
Además es en esta altura de la cadena que se junta la suficiente cantidad de material para que el negocio sea redituable. Hoy lo que menos da ganancia es el cartón, por el cual pueden llegar a pagarse dos pesos el kilo. El cobre es de las cosas más redituables: se paga entre 75 y 80 pesos el kilo. Así, lo que puede llegar a sacar un particular que consiga 100 kilos de papel, dista mucho de lo que vende una empresa, una cooperativa o un depósito, que pueda acopiar mucho más.
«Lo real es que los clasificadores no acceden a los niveles más altos, no acceden al depósito mayor», dice González. Llegan solo al depósito barrial, de los que todavía no se sabe muy bien cuántos hay. Si están organizados pueden llegar a depósitos más grandes, y lograr mejores precios. Pero hasta ahí. «No sé si hay alguna cooperativa que llegue a la industria recicladora. Para eso tendrían que asegurar una cierta cantidad y calidad del material. Y la cooperativa no tiene aún esa fortaleza». Las ganancias pasan por otro lado.
«Con un carro no podés llegar hasta el depósito mayor que es donde están los mejores precios. Matás al caballo», dice Walter Rodríguez, presidente de la Unión de Clasificadores de Residuos Urbanos (Ucrus). El sindicato estima que son entre 15.000 y 20.000 personas las que se dedican a la clasificación de residuos. De ellas 6.000 están agremiadas en Ucrus. Y apenas 1.500 pertenecen a una cooperativa.
«Somos los que realmente hacemos el trabajo sucio», dice Rodríguez. «Pero somos el eslabón más bajo cuando llega el momento de lograr el producido de ese trabajo. Hay dos o tres empresas grandes que manejan los precios». Ucrus estima que por mes los clasificadores pueden ganar entre 12.000 y 13.000 pesos. Antes de la crisis financiera ganaban 16.000.
Es que no todas las empresas dedicadas al reciclaje toman los mismos materiales. Algunas reciclan solo papel. Otras solo vidrio. Así la opción se reduce de 20 empresas a apenas dos o tres.
mercado chico. Es que no solo la informalidad es el problema en la cadena de reciclaje. También el tamaño del mercado. Tanto así que algunos señalan que un sistema de clasificación de residuos no podría financiarse, en Uruguay, solo con la venta del material reciclable. «Lo que se paga es bajo todavía», dice González. «En Brasil a las industrias recicladoras les falta material y se da una competencia legítima. Acá en las puntas hay dos o tres empresas. Se genera un oligopolio».
Repapel, una ONG que trabaja con empresas recicladoras, recibió en el último año un promedio de 34 toneladas mensuales de papel desechado. De la venta de eso, ganaron un promedio de 75.000 pesos mensuales. Así financian el programa de educación ambiental que llevan adelante en unas 45 escuelas públicas (que son las que, junto a otras 200 empresas, les entregan el papel desechado). La organización señaló, para este informe, que un kilo de papel puede pagarse entre 1 y 6 pesos en las empresas recicladoras. Luego, los productos manufacturados a partir del papel reciclado pueden venderse entre 15 y 100 pesos el kilo.
Al final, esta parte de la cadena tampoco es sencilla. Rotondaro es uno de los tres depósitos más grandes del país. Forman parte del último escalón antes de llegar a las empresas recicladoras. Con 88 años en la industria, la mitad del cartón que venden lo mandan a Argentina. También han exportado a Brasil o Chile. En Uruguay hay apenas dos empresas a las que les venden. Buena parte del papel que recogen también lo exportan. El mercado, es chico. «En el país se deben recoger unas 2.500 o 3.000 toneladas por mes de cartón. Y hay que exportarlo porque las fábricas de acá no lo absorben todo», dice Ángel Rotondaro, su director.
En el depósito, en las afueras de Montevideo, se amontonan fardos de cartón y de papel de distintos colores. El papel se compra de acuerdo a cuatro o cinco categorías diferentes. A la hora de vender, se agregan dos más. Así, las revistas y los diarios terminarán en fardos diferentes. Lo que más paga es el papel blanco. Lo que menos, el cartón. «Un cartón no puede estar contaminado con aceite, ni nada. Se compacta y se forman en fardos. Hay que tener maquinaria adecuada y hay que comprar papeles limpios», dice Rotondaro.
Los camiones, cargados de grandes bolsas de arpillera, entran y salen mientras los empleados comienzan la clasificación. En total son 50 trabajadores. Allí se compra material, fundamentalmente, a imprentas, supermercados y empresas. Lo hacen con boleta, aseguran. A los clasificadores, por las características del depósito y por resolución municipal, no les compran. «Hay otras empresas que compran y venden en negro», dice el empresario.
Es que la cadena es larga y hay muchas grietas. Hay clasificadores no organizados y depósitos clandestinos. Hay un mercado chico, incluso para los depósitos legales. Y el Estado, hoy, comienza a atacar el problema, para que no sigan perdiendo los que quedan más abajo.
Pagar más
La semana pasada la DGI anunció el aumento de los impuestos a las empresas recicladoras. El régimen ficto en el que estaban les imponía pagar un 5% sobre las ganancias. Ahora pagarán un 8,5% tras nuevos estudios de sus ingresos.
Oligopolio. Hay entre 15 y 20 empresas en el reciclado, pero se dividen los materiales.
40
millones de dólares fue lo que destinaron a compras las empresas recicladoras en un año.
6
pesos es lo que puede pagarse un kilo de papel desechado. Es de lo que menos paga en el mercado.
80
pesos el kilo es lo que puede pagarse por el cobre, de los productos más valiosos en la industria.
20
son las empresas que están en el negocio del reciclaje en Uruguay, según cálculos oficiales.
6.000
clasificadores hay en Montevideo dice la IMM. Ucrus dice que muchos más: entre 15 y 20 mil.