El programa «Basura Cero» implementado en Río de Janeiro y puesto en marcha en los últimos siete días, es definido como una utopía para Montevideo. Aquí hay muchas normas pero escasean los inspectores.
Multas de 65 a 1.250 dólares comenzaron a imponerse en la ciudad brasileña por parte de la policía y agentes comunales. Solo en la primera jornada de vigencia de una nueva ley, el martes 20 de agosto más de cien personas recibieron boletas por cometer infracciones, sobre todo por tirar colillas de cigarrillos en veredas céntricas.
Las multas, determinadas por la actuación de 192 funcionarios divididos en 58 equipos, cada uno integrado por un policía, un guardia civil y un empleado de la compañía municipal de limpieza, pueden pagarse en bancos o casas de lotería.
La ley pasará en septiembre a aplicarse no solo en la zona céntrica sino en los turísticos barrios de Ipanema, Leblón y Lagoa, y un mes después en Copacabana. Junto con el mejoramiento del paisaje urbano y la prevención de problemas sanitarios, se busca reducir los costos de limpieza de la ciudad, superiores a 37 millones de dólares mensuales.
Aunque en Uruguay abundan las reglamentaciones en pro de objetivos idénticos, la falta de inspectores impide promover estrategias para multar a los infractores.
En 2004, no duró más de dos meses una experiencia piloto para controlar el cumplimiento de un decreto del 21 de octubre, que multaba (con 2 a 5 UR) a quienes pasearan perros por la calle sin collar, correa o bozal, ingresaran a zonas públicas reservadas o a juegos infantiles, y no recogieran los excrementos de las mascotas.
Por los barrios
Susana Camarán, alcaldesa del Municipio E (que abarca desde La Blanqueada y la Unión hasta Malvín, Carrasco y Punta Gorda), dijo a El País que no se está saliendo a fiscalizar las infracciones de paseadores de perros, aunque «en el Comunal 7 hay un grupo de vecinos que conforman la Comisión de Medio Ambiente y trabajan en la concientización de la gente; y lo mismo pasó en Carrasco Norte, en donde se ha puesto cartelería en espacios públicos y distribuido bolsas».
El tema no es considerado prioritario en la medida que hay otros problemas mayores y se cuenta con apenas siete inspectores, distribuidos en los tres centros comunales que componen el Municipio E.
Para la alcaldesa, sería poco estratégico y no daría resultados salir a fiscalizar y multar en días, lugares y horarios que ocasionalmente hubiese disponibilidad de inspectores para actuar. «Habría gente afectada en unos sitios y a otros no podríamos llegar».
El cuerpo inspectivo también escasea en el Municipio F, cuya jurisdicción se extiende desde Maroñas y Jardines del Hipódromo hasta Manga y Piedras Blancas. El alcalde Francisco Fleitas confirmó a El País que en su municipio tampoco el asunto es prioritario. Con cinco inspectores, los trabajos que demandan más tiempo son las habilitaciones de comercios e industrias, la vigilancia de basurales o el control de los studs del hipódromo.
El concejal Jaime Edelman, del Municipio CH (que gobierna desde Tres Cruces y Parque Batlle hasta Pocitos y Punta Carretas), afirmó a El País que «las veredas sucias por las defecaciones caninas es uno de los principales problemas que plantean los vecinos; no tenemos ningún inspector dedicado a eso. Yo creo que me estoy encorvando por caminar mirando para abajo, es tremendo de noche sobre todo, horrible. En los concejos vecinales se plantean las denuncias y de ahí pasan al municipio, pero nosotros no podemos hacer nada. Disponemos de dos o tres funcionarios para las inspecciones comerciales. Otro tema acá muy complicado es el de la basura. La idea de imponer un plan en 87 manzanas para clasificar en los edificios la basura orgánica, la inorgánica y los plásticos en distintos contenedores, no tuvo éxito. No hay colaboración de la gente, no hay educación tampoco».
En otro extremo de la ciudad, el cubierto por el Municipio G, desde Belvedere y Peñarol hasta Colón y Lezica, ni siquiera se piensa en multar a los paseadores de perros infractores. El alcalde Gastón Silva manifestó que en su región el problema no se presenta como en otros municipios, ya que la mitad del territorio es zona rural. Sí en cambio los afecta la formación continua de basurales.