Tabaré Vázquez, cuando en 1990 fue electo intendente de Montevideo, prometió erradicar los basurales. Luego vino por dos períodos Mariano Arana, tras cartón vino Ricardo Ehrlich y, finalmente, Ana Olivera. Cada uno representante de un sector diferente del Frente Amplio. Y cada uno hizo la misma promesa que el primer intendente de izquierda: limpiar la ciudad. Y cada uno falló en su cometido. ¿Cuándo Montevideo dejó de ser “la ciudad conocida como la más limpia del mundo” que señalaba The New York Times el 27 de abril de 1894 para ser una de las más sucias, por lo menos, de la región? “Suciedad y basura no se encuentran en el puerto de Montevideo ni tampoco en sus calles, hecho bien remarcable y comparable con las ciudades de Europa y los Estados Unidos”, se leía. Parece mentira si hoy se ve y se huele cualquier contenedor.A la hora de las responsabilidades, las autoridades señalan a los funcionarios belicosos y a los clasificadores. Estos, por su parte, acusan a la comuna de mala gestión. Y todos coinciden en que los montevideanos son sucios, al tiempo que los montevideanos culpan a la IMM por no limpiar.La senadora Lucía Topolansky, en 2011, dijo que este problema es de índole “cultural”, del que ya se quejaba Bruno Mauricio de Zabala, fundador de Montevideo, porque los vecinos “faenaban vacas y tiraban las achuras a la calle”, y también por la sociedad del consumo, que usa y tira cada vez más materiales descartables. Lo cierto es que otras ciudades del país son mucho más limpias que la capital, aunque la gente descienda de los mismos vecinos de 1724, o consuma lo mismo.Los sucesivos gobiernos departamentales han ensayado múltiples estrategias para acabar con ese problema cultural: contenedores, puntos verdes, plantas de clasificado, la bolsa y los contenedores naranjas. El último plan es “Mi Barrio Clasifica” para la clasificación domiciliaria de residuos secos en 87 manzanas de Pocitos. El mismo fue lanzado el 1º de junio, pero 41 días después no se repartieron los contenedores a los edificios. Salvo la IMM, ni Adeom, ni la oposición, ni el vecino de a pie, escaldados por anteriores fracasos, creen que va a ser una solución.Más retrasos sufre el Plan Director de Limpieza, presentado en noviembre de 2011, porque el nuevo equipamiento no llega a la ciudad. Es por esta razón que Ricardo Prato, secretario general de la IMM, dice que el sistema de recolección debe basarse en horas extras. “Siempre que hubo falta de vehículos se dieron horas extras”, explicó. Por eso cuando no se cumplen, como ha sucedido desde el miércoles 4, colapsa el sistema. En 2011, el departamento de Desarrollo Ambiental utilizó más de 300.000 horas extras.No obstante, desde el año 2004, ha aumentado la cantidad de basura que anualmente ingresa al Servicio de Disposición Final: de menos de 500.000 toneladas a 950.000 toneladas; pero no se ha acompasado con la contratación de nuevo personal. Según cifras de Adeom, en 1990 había 2.600 funcionarios en el sector limpieza y hoy hay menos de mil. La IMM ha recurrido a convenios con ONGs pero, desde el sindicato, se estima que están cortos en al menos 200 peones.Las horas extras y las condiciones laborales de los obreros de limpieza han sido el leitmotiv de múltiples batallas entre la IMM y Adeom. En 2010 el conflicto llevó a la ciudad al borde la emergencia sanitaria y, en un hecho inédito para el gobierno departamental, se decretó la esencialidad del servicio y los militares salieron a la calle para levantar la basura acumulada. Ahora, con una cláusula de paz de por medio, pero con los contenedores igualmente desbordados, se revela que la IMM sigue dependiendo de las horas extras y que no ha previsto cómo dar una respuesta rápida cuando se distorsiona la recolección de residuos. O quizás no se prevé porque en palabras de la propia intendenta: “Los problemas que tengo no son con la recolección; los problemas que tengo son otros”.