La emoción de los clasificadores en la entrega de los motocarros
Después de un proceso «largo y costoso», seis clasificadores donaron este lunes los caballoscon los que hasta ahora recorrían las calles de Montevideo en busca de residuos para reciclar y recibieron la llave de sus motocarros, en un plan de reconversión laboral que lleva adelante la Intendencia de Montevideo para eliminar la tracción a sangre.
Los vehículos azules, con caja y cerrados con un toldo verde estaban estacionados junto al Estado Centenario, en tanto los caballos, cabizbajos, esperaban atados a los árboles ser adjudicados a sus nuevos dueños. Cada uno de ellos llevaba encima un toldo con la inscripción «Hoy me jubilo».
Para la intendencia, según afirmó el prosecretario Christian Di Candia, se trata de una acción para «mejorar la injusticia». El proceso de capacitación, que implicó clases para obtener la licencia de conducir, sobre cómo manejar una empresa, cómo crear una cuenta bancaria o cómo facturar duró dos meses y medio, afirmó el jerarca. «Fue largo y costoso», dijo a El Observador, en el que tuvieron que acordar diferentes visiones y hacer un trabajo social con los trabajadores.
Para los clasificadores, significa cambiar de vida. Alfredo Moreno, uno de los que recibió su motocarro, trabaja como clasificador desde los 16 años cuando salía con un «carromano». «Para comprar mi primer caballo tuve que vender mi techo», contó a El Observador, pero después de más de 40 años pasando frío y resistiendo a la lluvia, vio la posibilidad de cambiar su animal por un motocarro como una oportunidad para «dar un paso adelante», buscar comodidad.
«Es una conveniencia para nosotros para trabajar, es salir de la volqueta a un trabajo limpio», agregó, aunque también reconoce que dejar a Gaucho, su caballo desde hace 12 años, no va a ser fácil para él ni para su familia.
La emoción por el cambio en la forma de trabajo, y por los sentimientos encontrados de dejar al animal que consideran como parte de la familia, hizo que las lágrimas aparecieran en varios de los rostros. «Fueron muchos años y cambiar la vida tuya con esto… si no conseguía esto no tenía otra que salir con un carro», contó por su parte Juan Soria, otro de los clasificadores que optó por la reconversión, mientras se secaba las lágrimas.
Para él, tener el motocarro significa un cambio de vida, «nacer de nuevo», afirmó, una oportunidad que le da además un sueldo fijo, la posibilidad de tener asistencia en salud y de mantener a su familia. En el marco del plan piloto, los primeros seis clasificadores trabajarán para la Intendencia de Montevideo, en el levante de los residuos de gran tamaño en los municipios CH y E. Di Candia aseguró durante la conferencia que la idea es que se agreguen luego más clasificadores, que hagan el levante de residuos en escuelas o en empresas que se sumen a la iniciativa como parte de su responsabilidad social.
Para poder obtener el vehículo, Soria tuvo que aprender a manejar una moto, y dejar de trabajar para poder capacitarse. Esa fue una de las razones, aseguró, por las que muchos de los clasificadores abandonaron la capacitación.
Si bien fueron 20 los clasificadores que comenzaron la capacitación, fueron finalmente seis los que lograron terminarla, no por falta de capacidad, aseguró la representante del sindicato de clasificadores, Patricia Gutiérrez, sino por necesidad.
«Las familias son grandes y hay que darles de comer, pero esperemos que esto siga adelante y no sean solo estos seis, sino que sean muchos», afirmó. La idea del sindicato es que las capacitaciones puedan continuar y que se de oportunidad de sumarse a ese programa también a clasificadores que no tengan un caballo para dar a cambio.
Es una política que rompe cánones, dijo en tanto el intendente de Montevideo, Daniel Martínez, que atiende al reclamo de quienes quieren dignificar la vida de los animales y que da condiciones de mejora laboral para las personas.
«Empieza, eso es lo que celebramos», afirmó la representante de la organización Basta de Tas, Karina Kokar, quien destacó que los caballos dejarán de circular por la calle y escuchar los ruidos de las bocinas, para estar disfrutando del pasto.
