Atajar uno de los mayores problemas ambientales del planeta, el vertido de plástico al océano, es posible y pasa por el control de la basura en cinco países emergentes, China, Indonesia, Filipinas, Vietnam y Tailandia, con medidas que, en conjunto, costarían 5 millones de dólares anuales.
Así lo pone de manifiesto la investigación «Deteniendo la ola: estrategias en tierra para un océano libre de plásticos», presentada por la organización Ocean Conservancy en una conferencia internacional sobre ciencias marinas celebrada en Puerto Rico.
Expertos en basuras marinas han hablado de cómo atajar este vertido incesante que, en un 80 % de los casos, viene de tierra: de envoltorios mal tirados, no reciclados ni tratados, que acaban en el mar donde se desintegran en pequeños fragmentos que persisten durante años.
El sumidero marino contiene ya 150 millones de toneladas de plástico, que puestos en superficie ocuparían lo que el gigantesco estado norteamericano de Texas.
A ellas se suman, de media, 8 millones nuevos cada año, según los cálculos de Jenna Jambeck, investigadora de la Universidad norteamericana de Georgia, quien prevé que al ritmo actual el océano será un vertedero con 250 millones de toneladas de plástico en 2025.
Los científicos estiman que ese año habría una tonelada de plástico por cada tres de pescado.
La ciencia no ha establecido aún un itinerario exacto de cuál es el camino que sigue el plástico cuando entra al mar pero sí sabe que «está en todas partes, hasta en las capas de hielo del Ártico y la Antártida, y se ha hallado en 660 especies marinas, desde el minúsculo plancton a las más grandes ballenas», explica George Leonard, científico marino de Ocean Conservancy.
«Sabemos poco en general de las afecciones del plástico de los mares a la salud humana, aunque no nos cabe duda de que lo que va al océano va a nuestra boca. Una investigación reciente -publicada en Nature- halló restos de plástico en absolutamente todas las especies comerciales que se venden en las lonjas del mundo», agrega Leonard.
Aunque todos los países con acceso costero contribuyen al vertido de plásticos al mar, más de la mitad del mismo, casi un 57 %, proviene de los citados cinco países asiáticos: China (responsable del 29 % de las basuras de plástico marino), Indonesia (del 10,5 %), Filipinas (del 6,1 %), Vietnam (del 5,9 %) y Tailandia (del 5,2 %).
En el caso de China, la investigadora de la Universidad de Shanghai Jiao Tong, Julia Xue, explica que el plástico ha sido considerado uno de los tres principales contaminantes -junto a las emisiones de los coches y al detergente- por parte del Gobierno chino pero su tasa de reciclado apenas llega al 20 %.
Los expertos consideran que para asegurar el vertido mínimo la tasa de reciclaje de plástico debe rondar el 80 %.
Jurgenne Primavera, investigadora marina de Filipinas, relata que en su país «los residuos de plástico son los que indican el nivel del mar» y que «no hay manglar libre de plásticos».
Primavera asegura que el problema en Filipinas es que «la gente no entiende que hay que reciclar, sencillamente no hay separación ni el país posee infraestructuras adecuadas de reciclado».
Así, casos como el de una ballena recientemente aparecida muerta en las playas filipinas con cuatro kilos de plástico en su interior resultan cotidianos, según cuenta.
Sin embargo, solucionar el problema en estos países es factible, según el informe de Ocean Convervancy, que delimita una serie de ciudades y un número de ríos donde atajar el problema.
Los investigadores han visto que implementando en esos puntos planes locales de separación, recolección y transporte seguros y tratamiento correcto de los residuos de plástico se puede reducir el vertido en estos países en un 65 %, lo que supondría una disminución global del 45 % en 2025.
El coste de las medidas que deberían aplicar sería de 5.000 millones anuales, cifra mínima si se compara con los daños que los plásticos marinos ocasionan en los ecosistemas, las pesquerías y el turismo, afirma Janis Searles, otro de los científicos de la ONG.
Para acelerar los planes de gestión de residuos en esos países, han creado la alianza Trash Free Seas, formada por empresas, ONGs y científicos.
Y es que Searles cree que el problema es perfectamente abordable porque «no es un vertido voluntario, ni la industria del plástico, ni los consumidores, ni nadie quiere un océano colapsado de plástico».