El manejo de la basura, el control de la actividad de los clasificadores y los problemas causados por los carritos tirados por caballos, circulando por las calles y manejados por los hurgadores, han constituido uno de los problemas principales para los sucesivos gobiernos departamentales de Montevideo.
La actual administración, encabezada por la intendenta Ana Olivera, asumió con la misión de encaminar las soluciones para la basura. No porque sí parte del discurso en el momento de la investidura del cargo, Olivera lo destinó a referirse a la problemática. “En los primeros seis meses debemos dar un vuelco en la limpieza de la ciudad, que comenzará por medidas desde el gobierno departamental, pero que deberán involucrarnos a todos y a todas, porque sigue siendo válida la afirmación de los intendentes que me preceden, que ‘la ciudad más limpia es la que menos se ensucia’”, dijo.
Durante la última década la problemática se profundizó, pues dejó de ser un asunto meramente de la basura, para constituirse en una cuestión laboral, en una posibilidad de ingresos para gente de bajos recursos y en donde se incluyó el flagelo del trabajo infantil. No solo se trata de niños trabajando, sino de niños trabajando entre la basura.
Es así que diversas instituciones se plegaron con la intención de aportar soluciones y desde el gobierno central se involucró el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS) y el Ministerio de Desarrollo Ambiental (Mides).
Dentro de la Intendencia Municipal de Montevideo (IMM) hay tres ejes a través de los cuales se esgrimen las estrategias para decidir qué hacer con los residuos. Ellos son los que articulan los departamentos de Desarrollo Social, Desarrollo Ambiental y División Tránsito, ésta última para atender todo lo que tiene que ver con la circulación de los carritos, por ejemplo.
Particularmente, uno de los objetivos de la IMM ha sido quitar los carritos de las calles; pero los años pasan, los gobiernos se suceden y los carritos siguen por las principales avenidas de Montevideo confundiéndose entre automóviles y ómnibus.
La directora de Desarrollo Social de la IMM, María Sara Ribero, explicó a El Observador que el asunto de los clasificadores es tratado en diferentes departamentos de la comuna, que cada uno funciona en forma independiente y, a la vez, articulada.
Los problemas que los carros puedan ocasionar en la vía pública son tratados en la división Tránsito, la correcta recolección de los residuos es competencia de Desarrollo Ambiental, pero en lo que respecta a la búsqueda de soluciones de fondo, el Departamento de Desarrollo Social es el que debe tomar las riendas en el asunto.
Ribero explicó a El Observador su visión de la problemática:
La presencia de los carritos de clasificadores de basura es un asunto que preocupa en Montevideo, ¿Qué se está haciendo desde el Departamento de Desarrollo Social para lograrlo?
El tema que nos preocupa fundamentalmente es el trabajo infantil en los residuos. En esto sí queremos ser muy estrictos, pero se hace bastante difícil el control porque se precisa prácticamente una marcación hombre a hombre. De todas maneras hay una guardia ambiental que controla.
¿Cuántas personas componen esa guardia ambiental?
No lo sé exactamente porque eso depende del Departamento de Desarrollo Ambiental, pero no son suficientes para atender todo lo que se quisiera.
Más allá de los controles, que son insuficientes e ineficaces, ¿cómo se combate este mal?
En torno a este trabajo infantil hay una comisión de trabajo integrada por casi todos los ministerios, convocada y coordinada por el MTSS. Integra a todo el Estado, con la presencia del Instituto del Niño y el Adolescente del Uruguay (INAU), el Instituto Nacional de la Juventud (INJU), el Mides y diferentes organismos, con la idea de ver, desde todos los puntos de vista, cuáles son los programas que genera el Estado para buscar alternativas. La verdad es que hay una interesante cobertura del Estado en sus diversas manifestaciones.
¿Cuáles son las alternativas para los niños?
Muchas veces los padres de los clasificadores dicen que prefieren tener el niño con ellos en el carro y no dejarlo en la casa solo. Esto lo usan como argumento de valor para ellos. Aluden a que cuando salen con ellos los pueden controlar, especialmente si se trata de niños preadolescentes. Este es un primer nivel de preocupación que tiene la Intendencia y que se debe estudiar caso a caso. Entonces hay que ver qué es lo que existe en materia de programas alternativos para que estos niños puedan acogerse a ellos luego del horario de la escuela o del liceo. En ese sentido, hay que ir viendo cómo esos niños se insertan en los distintos ámbitos.
¿Entonces el objetivo es generarle posibilidades para que dejen de estar trabajando en la basura?
Claro. Se hace un trabajo bien interesante a la hora de pensar en el tema de los clasificadores y su familia en profundidad. Se trata de entender un poco su lógica y la idea es plantear cosas interesantes; por ejemplo, en lo que respecta a la estabilidad familiar. En un momento en que la familia está bastante en crisis en la sociedad, los estudios muestran que en estas familias ocurre un fenómeno contrario, porque son núcleos muy cohesionados. Pero claro que esto no quiere decir que haya que favorecer el trabajo infantil, lo que quiere decir es que el trabajo en conjunto de la familia sirve para unir. Entonces hay algunas cosas que pensar a la hora de salir a buscar los elementos de salida.
Cualquier salida en ese sentido apunta a la eliminación de los carritos, pues no dejan de ser un problema para la administración.
Por supuesto, sobre todo porque devuelven una imagen de sociedad que uno no quiere. Generan problemas en el tránsito, pero los estudios de la Unasev dicen que no son los carritos los que provocan accidentes en el tránsito. Sin embargo, es claro que obstaculizan, a veces en horarios y en calles que están saturadas de autos. Nadie puede desconocer que esto ocurre, pero si nos preguntamos si los carritos son los culpables de que haya tantos accidentes de tránsito, la respuesta es no. Pero que esté bueno que circulen por la calle también es no.
Entonces ¿por qué no se logra sacarlos? Durante los últimos años se han planificado acciones, regulaciones y hasta se han aprobado normas en la Junta Departamental para solucionar este problema y nada ha tenido resultado. ¿Por qué no se hacen cumplir esas normas?
Para eso hay ordenanzas. Por dónde y a qué hora pueden circular es controlado por la División Tránsito en la medida de lo que puede, porque también tiene determinada cantidad de efectivos para hacer muchas cosas. No es que los inspectores estén persiguiendo a los carritos, pero si el inspector está, y ve pasar a los carros, fiscaliza.
¿Qué otros controles se hacen realmente a los carritos?
Existe una guardia ambiental, que depende del Departamento de Desarrollo Ambiental y controla cosas como los reflectores u otras características que deben cumplir. Los carros están registrados y si no cumplen con alguna de las exigencias se les saca tarjeta amarilla. Si es reincidente, en algún caso se les requisa el carro.
¿Cuántos carritos hay en la calle?
No hay cifra exacta. Una cosa son los que están registrados, otra los que realmente circulan y también está la posibilidad de que alguien tenga un carro, lo utilice ocho horas y lo alquile en dos turnos más de ocho horas cada uno.
¿Cuánta gente está asignada a la guardia ambiental?
Eso depende de Desarrollo Ambiental. Ellos tienen el control de los clasificadores para informar por dónde pueden andar. Son como inspectores que están viendo gente que puede cometer infracciones en relación a los residuos. Estos están específicamente vinculados a los problemas de los residuos.
¿Y qué se hace desde el Departamento de Desarrollo Social para solucionar la problemática?
El trabajo nuestro va en una línea diferente. La situación del país permite pensar que es perfectamente posible pasar al mercado formal del trabajo a una enorme cantidad de gente que trabaja con residuos. El trabajo informal, cualquiera sea, no aporta para la gente en términos de estructurar la vida. Uno lo que tiene que intentar es que la gente, cada vez más, se vuelva formal. La idea es generar otros puestos de trabajo y que los que queden trabajando con los residuos lo hagan en grupos organizados para realizar la recolección de una manera diferente: que no clasifiquen en sus casas sino en puntos determinados donde, por ejemplo, tienen un baño para bañarse cuando terminan la jornada y van mejorando sus condiciones laborales. Los que ya están trabajando de esa forma dicen que valoran mucho llegar a sus casas a descansar y no tener olor a residuos. Trabajan 8 o 10 horas, clasifican en un lugar, sacan lo que les sirve y luego la Intendencia se lleva el descarte.
¿Entonces es posible sacar los carritos de la calle?
Sí es posible, pero la vida no es blanco o negro. Creo que sí, que es posible, pero hay que ir disminuyendo la cantidad gradualmente en función de que hay otras alternativas laborales. Si me preguntan si mañana es posible sacar los carritos de las calles debo contestar que no, pero que sí estamos en una política que vaya progresivamente disminuyendo el número de carros.
Seguramente haya un núcleo duro que no sea tan fácil de convencer de esa reconversión. ¿Es así?
Hay gente que no quiere salir de este trabajo y entonces debemos buscarles mejores condiciones. Si esto va a seguir ocurriendo podemos hacerlo diferente. De hecho ya hay gente que lo está haciendo diferente y hacia eso tendemos. Cuánto tiempo nos tomará no sabemos; ojalá el menor posible.
¿De qué depende?
Para exigir un cambio hay que tener medidas alternativas que lo hagan posible. Si no quiero niños en los carros debo tener escuelas de tiempo completo para darles educación y otras alternativas. Uno tiene la obligación de empezar a exigir las normas que hacen a la convivencia general si se van generando las alternativas. Para los niños las hay y las laborales las estamos abriendo. La alternativa para que no haya más carros en las calles es que la gente participe de programas de reconversión laboral o que cambie la forma de trabajar con los residuos. Pero para ello se debe apuntar a cambios culturales que son los que llevan más tiempo. Seguramente esto deba ir acompañado por una campaña que invite a la preclasificación de origen.
En ese sentido hubo muchos intentos fallidos, por ejemplo el de la bolsa anaranjada que entregaban los supermercados. ¿Qué sucedió con eso?
Con la bolsa anaranjada la gente perdió el entusiasmo porque veía que esa bolsa iba al mismo contenedor que las otras. Si bien se separaba luego, tiene que ser más visible. Entonces, si nosotros apuntamos a una propuesta de separación de los residuos en las casas, debemos invitar a la gente a esto y tenemos que asegurarnos de que Desarrollo Ambiental tenga la capacidad operativa suficiente de recolectar en función de lo que se le pide a la gente. Para esto se precisa una infraestructura importante como, por ejemplo, los camiones especializados que llegan a fin de año.
¿Se puede asociar la dificultad de quitar los carritos de la calle con un costo político electoral?
Yo no sé si paga costo político. Lo que sí paga costo político es una ciudad sucia. Yo creo que si la ciudad estuviera impecable e igual hubiera carritos, molestarían la cuarta parte. Lo que pasa es que asociamos los carritos a la ciudad sucia. Por eso, lo que paga costo político es la ciudad sucia, pero en realidad no es la presencia de carritos los que contribuyen a que la ciudad esté más sucia.