– ¿Cómo está Uruguay en términos de reciclaje?
– En términos generales, Uruguay no tiene grandes problemas de reciclaje. Los residuos no son el problema más importante del país como lo es en Japón, en donde hay muchísimos habitantes y el territorio es muy chiquito, con unos niveles de consumo per cápita mucho más altos que los de nosotros. Ellos ponen mucho dinero en la recuperación de materiales para reaprovecharlos, ya que les cuesta carísimo ocupar una hectárea de tierra para tirar basura. Aquí, lo que pasa en términos generales a nivel de disposición final de residuos termina siendo un problema. Pero esto sucede con más éxito en algunas otras zonas.
-¿Por ejemplo?
-El relleno sanitario de Paysandú es un ejemplo de una disposición bastante original, al menos en sus inicios. El vertedero no controlado es la peor opción, luego está el controlado, pero el relleno sanitario tiene control y membrana impermeable, que permite que el agua escurra y se trate, antes de llegar a las napas. En Montevideo es bastante bueno, salvo que no hay buena disposición ni tratamiento de lexiviados. A veces, manejos que son para 5 o 10 años se mantienen por 20. Y a veces hay que generar celdas de almacenamiento y generar gases, como pasa en Las Rozas, en Maldonado, donde están haciendo un proyecto piloto, experimental. Pero se ve alguna tendencia. Se podría trabajar mejor y generar imposiciones para reciclar mejor algunos otros artículos, pero el tema es que no parece haber mercado para esto todavía. Aún así, hay que decir que no hay números y volúmenes de reciclajes disponibles.
-¿Qué pasa con artículos como las pilas o las latas, que son parte de lo cotidiano pero no tienen un buen reciclaje?
-Estos son tres residuos que no son los más representativos en cuanto a volumen de lo que se generan en un hogar, en una ciudad. Lo más grueso en el Uruguay y Montevideo es el residuo orgánico, está entre 50% y 60%, que es enorme. El orgánico es el más difícil de manejar porque necesitas un retiro diario y una clasificación muy prolija. Son los productos como la yerba, la comida, etcétera. Pongamos que esto no es una fracción aprovechable. Lo que le sigue es el plástico y el papel, que están antes que estos otros materiales, al menos aquí. Esta información es parte del informe Geo 2008, un informe de Naciones Unidas, en la que se caracterizan los residuos. El plástico y el papel ya tienen un destino, hay industria para plásticos, para cartón y papel, pero no así las pilas o las lámparas de mercurio, las de bajo consumo… son residuos peligrosos que no tienen un destino adecuado en Uruguay.
-Pero no son los únicos….
-Sí, restos de tinturas, solventes o insecticidas, están en igual situación, así como los residuos electrónicos, que contienen metales pesados como plomo, cromo, y otros. También pasa con las baterías de celular, de lo que nadie toma la posta. En el caso de las lámparas de bajo consumo hay que estudiar en función del consumo de mercurio.
-¿Qué se puede hacer al respecto?
-Habría que generar una normativa sobre este tipo de aparatos, una ley, que permita establecer tipologías para aprovechar la reciclabilidad de estos materiales. Con distintos niveles de éxito, esto se está aplicando ya en otros países. La realidad es que ningún operador privado se va a meter en el mercado si no hay una reglamentación que obligue a los generadores a llevar sus residuos al operador.
-¿Qué falla en la disposición final de pilas?
-Hace unos cuantos años, la Intendencia sacó el programa «Montevideo te quiero pila», en el que se armó una campaña de recolección y un estudio en la Universidad Católica para la recolección de pilas. Se estudió durante seis u ocho años y se concluyó que el proyecto no era viable. El programa sigue, pero sin la perspectiva de reciclaje. Entonces lo que se hace es intentar separarlas del resto de la basura, en tubos de cemento tapados con hormigón que van al relleno sanitario de Felipe Cardoso, en cámaras de cal que intentan evitar que se escape algún ácido. Es una solución a corto plazo.
-¿Las latas de conservas son otra causa perdida?
-El tema es que hay muchas latas de galvanizado en Uruguay, que valen poco. Hay proveedores que reciclan ferrosos, que llevan toda la chatarra y el acero. El problema es que la chatarra ferrosa vale muy poco, hay que juntar muchísimo para que valga la pena. Entonces, de vuelta, si no tenés una política o subsidio para la recolección de este tipo de materiales, nadie va a hacerlo. El mercado, además, está atomizado. Las latas tendrían que estar concentradas en un punto, para que a alguien le sirva recogerlas y venderlas. Las de aluminio, que son no ferrosas, tienen otro valor. Anteriormente pasó algo con los PET de plástico, que no tenían valor y que se llevaban a los hipopótamos en varios locales. En ese entonces se reciclaba 5% u 8%. Pero cuando se puso un valor de un peso el kilo, los clasificadores ya levantaban los bolsones, juntando unos 50 pesos. No le servía agarrar botella por botella. El precio fue subiendo porque la demanda fue compitiendo, y hoy está a 10 pesos, entonces les conviene ir levantando por botella. La lata lo mismo, si tomara un valor de mercado. La chatarra en hierro vale entre tres y cinco pesos el kilo. Si tomara un valor de mercado mayor, se fomentaría la recolección.
-¿Pero el valor del mercado debe ser parecido en todos lados. ¿Cuál es el modelo en otros países?
-Es cierto. En muchos casos se tiene una planta de clasificación mecánica, a la que le llegan los residuos pre clasificados antes. Por diferencias de densidad y diversos ciclos, esto se va separando. O se trabaja también con gente que separa ítem por ítem. Lo mejor es que vaya el orgánico, separado del resto de los residuos. Es un problema que se resuelve con tecnología y decisión. Pero en la medida en que el terreno sea barato en Uruguay va a compensar más enterrarlo que hacer una clasificación, es así. En la medida en que los materiales no tengan tanto valor, va a convenir enterrarlos. El hecho de que no haya subsidio responde a la realidad del país, que no lo ve como un tema importante. Pero hay problemas que afinar. Hay residuos peligrosos que podrían ser mejor dispuestos, como los hidrocarburos, los residuos de los buques, a los que hay que prestar más atención en la disposición final. Salvo que haya una movida sobre el tema, o que a algún legislador se le ocurra, no creo que haya leyes a propósito de esto.
En Uruguay entre 50% y 60% de los residuos son orgánicos, seguidos por el plástico y el papel, que tienen industrias como destino. Pero la situación no es igual para todos los productos: pilas o lámparas de mercurio y baterías de celular son residuos peligrosos que no tienen un destino adecuado en Uruguay, señala el especialista. Considera que habría que generar una normativa, una ley, que permita establecer tipologías para aprovechar la reciclabilidad de estos materiales.
Edad: 35
Profesión: Licenciado en Administración especializado en Impacto Ambiental y Gestión de Residuos. Especialista en gestión
Federico Baráibar se desempeña como consultor independiente y participa de un plan de manejo racional de productos con mercurio, financiado por Naciones Unidas. Además, es coordinador de Repapel y encargado de nuevos proyectos. Repapel es una ONG que busca a través de la sensibilización, la educación y la formación, generar cambios sustantivos en relación a los patrones de consumo y descarte, en tanto generadores de impactos ambientales y sociales. Este año ampliarán la oferta de productos realizados con materiales de desuso, contó Baráibar.
El 70% del papel cartón se recicla
«Tenemos un problemón con temas como el papel, que están resueltos de una manera bastante complicada. Los clasificadores son quienes llevan una gran parte de la responsabilidad del hecho de reciclar. Esto tiene un costo social, que implica que los clasificadores vivan y trabajen en pésimas condiciones. Lo que hay que hacer de alguna manera es ver cómo se cambian las condiciones de vida y que ganen un sueldo más o menos digno. El tema es que trabajando bien, sólo un quinto del total de clasificadores operaría con estos volúmenes. Habría que ver dónde se coloca al resto. Es bastante hipócrita. En el caso del papel, no menos de un 70% del papel cartón que se genera, termina reciclándose», afirma.