En 1981, los seminaristas en formación de los salesianos se preocuparon por acercarse a la gente en situación de calle, cuidadores de autos o vendedores. En tres décadas de acción, el movimiento amplió sus objetivos y genera nuevos proyectos.
En el origen del Movimiento Tacurú se apuntaba a que jóvenes casi abandonados a su suerte se integraran a una propuesta de recreación durante los fines de semana: juegos, deportes, campamentos, merienda y catequesis. Lo que se llama «el oratorio festivo». Primero se trabajó en el Seminario de la calle Millán. Después, la noticia se expandió, el espacio quedó chico y hubo una mudanza al Buceo. En el ´86 se registró otro traslado al centro juvenil de Propios y Sayago, agregando actividades, como encuentros con algunos familiares y apoyo escolar. En 1988, (centenario de la muerte de Don Bosco), se consagró el traslado al actual predio de la calle Poncini, en el barrio Lavalleja. Una comunidad fija, dirigida por el padre Mateo Méndez comenzó entonces a pensar en nuevos proyectos y a coordinar tareas junto a un equipo de laicos. Desde hace un lustro, y cuando se cumplen 30 años de Tacurú, la dirección está en manos del padre Leonel Burone, un coloniense de 40 años, para quien los sueños siempre han sido la clave de su crecimiento personal y de la propia institución, bautizada con el nombre de una hormiga muy trabajadora que vive en comunidad.
-¿ Por qué decidió Leonel Burone ser cura salesiano?
-Soy de Juan Lacaze y allá la única presencia religiosa católica era la salesiana. Hasta hay una calle que se llama Don Bosco. Me crié en la casa del Oratorio salesiano. Cuando tenía 14 años me invitaron a ser líder de las actividades que se realizaban con los chiquilines, la meriendas, los juegos con premios. Para mí la vocación religiosa, salesiana, sacerdotal, siempre estuvo vinculada al llamado de Dios; a él lo encontré siempre metido en el barro de la realidad social y cultural. Hay distintos caminos, cada uno hace su experiencia. En mi caso, la primera fue en Villa Pancha.
-¿Cómo se dio el primer contacto con Tacurú?
-Me inicié en la formación salesiana en 1987. Para los que compartíamos la sensibilidad de responder al llamado de Dios con el compromiso de trabajar con las familias en situación de mayor vulnerabilidad, Tacurú era como un sueño. En nuestra carrera, cuando llegamos a la mitad, debemos cortar los estudios e ir a trabajar durante dos años en una comunidad. Me correspondió hacerlo en el ´96. Deseaba que me tocara Tacurú pero me tocó el Colegio Pío. Y después, cuando me ordené de cura, en el 2000, me enviaron a Melo. Fueron dos experiencias preciosas. pero bueno, hace cinco años me llegó la hora y acá estoy.
-¿Qué fechas fueron clave para el desarrollo del movimiento?
-Hay dos o tres, pero el ´92 fue un mojón importante. Si bien ya existían convenios con el INAU para desarrollar proyectos de apoyo pedagógico con menores de edad, para generar centros juveniles y de preparación para el trabajo, desde entonces comenzaron los convenios con la Intendencia de Montevideo para los proyectos educativos laborales.
-¿No reciben aportes económicos de la congregación salesiana?
-Apoyo permanente, no. A veces la cooperación se da con proyectos, como uno que desarrollamos desde hace dos años, que es financiado por la Iglesia de Suiza.
-¿En qué consiste?
-Se trabaja con niños en situación de abandono, no de calle. Los buscamos porque ellos ni siquiera tienen recursos vitales como para salir a la calle. Uno piensa que la calle es lo último, lo peor, lo más bajo. Pero, no.
-Están los sótanos…
-Exactamente. Al proyecto primero lo llamamos Calle, y después lo adaptamos a la tarea concreta. Entonces pasó a ser Gorriones.
-¿Hubo otros proyectos que se debieron adaptar o que se dejaron de lado?
-Se abandonaron los que surgieron para ejecutarse temporalmente. Y sí se han hecho cambios en otros. El proyecto Tupambaé por ejemplo, en su origen estaba muy centrado en el trabajo. Los adolescentes, todos varones, hacían el mantenimiento de muchos lugares de esta sede. Hoy se incorporaron mujeres y no está tan centrado en el trabajo; se incluyeron capacitaciones en talleres de electricidad, cerámica y artesanía. El objetivo no es enseñar para la inserción laboral inmediata.
-A mediados de los ´90, cuando el director era el padre Mateo, se estuvo evaluando si los oficios enseñados en la escuela de Aparicio Saravia eran los que precisaba el muchacho y el barrio. Se pretendía reducir el número de aspirantes a carpintero. ¿Cambió esa realidad?
-Me parece interesantísimo eso, porque es así, la realidad es dinámica. Por entonces no sabían qué hacer con la carpintería, porque los muebles venían de afuera, estandarizados. Hace un mes se inauguró una planta de construcción de casas, dentro del proyecto Ñandé. Y el origen de esto, que adquirió un carácter empresarial, está en aquella escuela de carpintería. Funciona en la calle San Martín, y ahora tenemos avanzadas las conversaciones con el Departamento de Tierras y Vivienda para realizar casas que permitan realojar familias de zonas que la Intendencia determine. Para el plan se van a construir cuarenta casas. También hay cooperativas de vivienda que quieren realizar un proyecto solidario junto a nosotros.
-¿La recolección de residuos se sigue ejecutando en barrios de la zona?
-Operamos en la cuenca de Casavalle, en el Comunal 13. Los barrios de la zona son Marconi, Borro, 40 Semanas, Lavalleja. También se hace la limpieza de ferias vecinales y el barrido de calles, que abarca sí otros barrios: Pocitos, Buceo, Prado, Atahualpa, Peñarol, la zona del Palacio legislativo, Punta Carretas, Cerrito, Prado, Atahualpa. Y está en breve por extenderse a Carrasco.
-¿Cómo están las relaciones con Adeom?
-Hay diálogo. En estos cinco años que estoy en Tacurú nunca hubo problemas.
-¿Hasta qué punto el nivel académico de los talleres de oficios de Tacurú permite que sus jóvenes sean competitivos en otras áreas del mercado de trabajo, la de cocina o gastronómica, por ejemplo?
-Todo lo que realizábamos tenía un buen nivel, pero faltaba el reconocimiento oficial. Ahora se concretó un convenio con la UTU. Los jóvenes que pasaron tres años por la Escuela de Oficios Don Bosco, podrán realizar un cuarto año en el mismo lugar pero con docentes de la UTU, y así lograrán una acreditación oficial.
-La recreación y el deporte siempre tuvieron lugar en sus proyectos. ¿Qué pasó con la asociación La Luz-Tacurú?
-Hace un tiempo que no seguimos con La Luz, pero tenemos una escuela de deportes con dos ramas: fútbol y atletismo. El 11 de diciembre convocamos a una maratón. Estamos federados a la CAU, y una de las cuatro carreras oficiales es la de Tacurú, que siempre se hace por las calles del barrio, pero esta vez se cumplirá en la rambla de Montevideo, como evento final por los festejos de los treinta años que cumplimos. En fútbol, trabajamos con categorías infantiles; estamos conectados con el club Boston River y federados en la AUFI. Este proyecto vincula a toda la familia. En los partidos y también en cada práctica hay una fiesta de encuentro de los padres y vecinos, con termo y mate en mano. ¡Hay que verlo!
MÁS DE MIL JÓVENES ATENDIDOS
El Movimiento Tacurú atiende hoy a más de mil jóvenes y sus familias. Las mujeres empezaron a ingresar en los últimos diez años y en la actualidad representan la mitad de la población atendida por esta comunidad. Un ejemplo de trabajo «mixto» es el mantenimiento de las plazas de deportes de Montevideo, en acuerdo con el Ministerio de Turismo y Deporte.
El Movimiento ocupa a más de 200 educadores. Casi el 60% son jóvenes de la zona. Algunos de ellos habían antes recibido la ayuda de la institución.